Los viajes en coche dan para mucho, aunque sólo sean 15 minutos. Nuestra cabeza en esos minutos puede imaginarse increíbles historias o simplemente pensar en lo que se va a hacer cuando llegues a tu destino.
Podemos hacer una carrera con las gotas de la lluvia  sobre el cristal o escribir en él con el vaho ese nombre que nos ronda en la cabeza. Podemos escuchar música mientras miramos a través de la ventanilla con espíritu melancólico o bien cantar a viva voz mientras ríes junto con tus acompañantes. También está la posibilidad de escribir como estoy haciendo yo ahora mismo. De escribir todo aquello que nos retiene y no nos dejar avanzar, borrar el pasado hasta que la goma se desgaste u optar por echarle ese manchurrón blanco y esperar a que se seque. Mientras tanto seguimos andando en este viaje llamado (vida). 
Cuando esas nubes que amenazaban estropearnos el paisaje desaparecen y dan lugar a los primeros rayos para mostrarnos el arcoiris con todos sus colores, sus pequeños duendes y ollas llenas de oro al otro lado. 
Pero el coche se para y pone fin a nuestro pequeño viaje. Hasta que volvamos a buscar un nuevo rumbo.